sábado, 18 de junio de 2016

El irracionalismo

Es una vía de pensamiento igual de válida que el racionalismo. No es la única propuesta de reflexión no racional, ni, tampoco, es necesariamente entendible como una forma de “antirracionalismo”.
Cualquier pensamiento que se salga del racionalismo es no racionalista, pero eso no implica que todas ellas se remitan o se puedan identificar con el irracionalismo y lo irracionalista.
Las dosis de irracionalismo actual tienen un origen filosófico no siempre reconocido. Desgraciadamente cuando se identifica se proclama la racionalidad del irracionalismo, es decir, la incapacidad de la razón para dar cuenta del mundo que nos rodea, para guiarnos en la vida.
Lo más sorprendente de este ataque a la racionalidad estriba en el uso de la lógica para propugnar verdaderas simplezas como que todo es relativo y que no hay verdades absolutas. Si todo es relativo habría que decir que ya hay algo que es absoluto: esa afirmación.
La conclusión es absurda al igual que la de los que niegan la existencia de todo porque se contradicen al afirmar algo como existente: la nada.
Suponiendo que fuera cierto ese argumento ilógico habría que plantearse las repercusiones que el pensamiento irracional tiene en nuestras vidas.
La primera impresión que nos brinda el irracionalismo es que nos hunde en una visión de la vida donde nunca puede uno saber si actúa bien o mal. La siguiente conclusión es más apesadumbradora: si no puedo captar la realidad, cómo voy a saber si cuando veo un acantilado estoy ante un sueño o ante una imagen real. El hombre que piensa de este modo o es un hipócrita que niega lo que sus ojos ven o un ciego que quiere culparnos a los demás por ver. Como incapaz de bastarse a sí mismo, nos ofrece una visión coja del conocimiento para que nos rebajemos ante él y así igualarnos.

Creer en el irracionalismo es ponerse en las manos inciertas de la providencia, de un caudillo o de ideologías salvajes y colectivistas en las que se imparte la noción de que al ser incapaces de valernos por nosotros mismos, sólo el grupo al que pertenecemos nos salvará de tal desgracia. De ahí a creer en que los triunfos y desventuras de la gente se deben a algo indefinible como la suerte no hay más que un paso.

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